Apología del periodismo

Por Miguel Carvajal — 24/10/2012

¿Por qué la prensa está perdiendo la batalla contra otros soportes más jóvenes, gratuitos y con menos marca? ¿Por qué El País despide a más de un centenar de trabajadores o Newsweek cierra su edición impresa en diciembre? Son muchas las razones, claro, y distintas para cada caso. Pero hay un factor que destaca en esa crónica negra, ya casi cotidiana, sobre la muerte de la prensa: la innovación destructiva. Los grandes éxitos tecnológicos de la última década (Apple, Google, Facebook, Twitter) y también los periodísticos (The Daily Beast, el Hufftington Post americano, Político) tienen algo en común: han resuelto una necesidad de la gente que otros no sabían o no querían resolver

Además fomentan una cultura abierta, joven, flexible, despierta a la innovación, todo lo contrario de las estructuras hiperjerarquizadas de la prensa. Los magnates se durmieron en los laureles pensando que las marcas de sus cabeceras les darían de comer eternamente. Como señala Clayton Christensen, profesor de la Escuela de Negocios de Harvard, la innovación destructiva permite introducirse en el mercado a un competidor más pequeño. Un emprendedor ágil que se adelanta a la gran empresa para satisfacer unas necesidades latentes o mal satisfechas. Poco a poco desplaza al líder establecido porque, lento y entumecido, no reacciona o lo hace tarde y mal: precariedad, recortes, imitación barata **(medios zombies, como dice, Gustavo Entrala: publico.es, que.es, adn.es). Durante los noventa, los editores se despreocuparon de su tarea clave y se embarcaron en **aventuras empresariales, televisivas y políticas (Digital +, Admira Media, Mediapro) que les han hipotecado. 

Esa tarea clave no es otra que el periodismo. Ese proceso colectivo e individual que cuenta la historia del presente y explica a la sociedad por qué lo es. Advierte a las personas del peligro de los colectivos y protege a los grupos de las ambiciones de los individuos (¿Esto lo dijo alguien antes, no?). La ciencia del Periodismo es la del sociólogo, la del historiador, la del estadístico y la del abogado, pero con el oficio del escritor, del profesor y del detective. Esa mezcla tan impura y huérfana no impide que merezca estudiarse y fundamentarse en la Universidad. Por eso, requiere estudio universitario, es la medicina del alma social. Y por eso, en contra de los espíritus más liberales, la profesión debería protegerse legalmente. Los ciudadanos consumen información y entretenimiento casi en la misma medida en que comen o conversan. Esa dieta informativa configura su forma de ser, no puede abandonarse al criterio de cualquiera. O peor aun: al de la mayoría. El periodismo exige personas y empresas comprometidas en su causa, la defensa de lo social y de lo particular. Que criben la información, determinen lo relevante, escudriñen el poder y narren los minúsculo. Artistas del matiz, de lo marginal, defensores de la diferencia que cultivan las sociedades excelentes.

*Columna para el segundo programa de REC Radio que se emite el jueves en Radio UMH.