La historia de una inspiración

Por Miguel Carvajal — 01/06/2013

El 20 de mayo vino a clase de redacción periodística Belén Torregrosa para presentar Follow your own star, un proyecto de storytelling colaborativo dedicado al cultivo del talento y la creatividad. Su intervención era la penúltima sesión del curso y, por las caras de los presentes, fue lo mejor del año.

Belén y yo nos conocemos desde los doce años. En clase dijo algo que me ayudó a entender muy bien su nuevo proyecto: “No somos nadie sin la ayuda de otros; yo estoy hoy aquí gracias a Miguel”, dijo Belén. Parece una tontería, por eso, porque lo parece, pero no lo es. En realidad, todos estamos donde estamos porque antes ha habido otros que se han acordado de nosotros. Todos tenemos una estrella, aunque sea pequeña, gris, sucia o apenas visible que ayuda a otros en algún momento de la vida.

Su charla y su historia eran muy apropiados para los estudiantes de Periodismo, precisamente en unos tiempos donde lo fácil es caer en el pesimismo y retozar en el lodo de la queja. Como universitarios buscando un hueco en la vida, aquel mensaje podía darles esperanza y abrirles horizontes. Además, Belén es una humanista y una generalista, algo que quizá no encaja con esa fiebre que asola carreras y cursos (“¡Especialízate! ¡especialízate!”) y que podía animar a muchos estudiantes aun “indeterminados” profesionalmente.

Hasta aquel día yo les solía decir en clase que si no sentían un grado de interés mínimo por eso de contar historias (o al menos escucharlas) que quizá se habían equivocado de carrera. Pero el equivocado era yo. ¿Por qué? Uno no tiene por qué tener claro qué quiere hacer en la vida con veinte años. La historia de Belén enseña que no es tan importante saber dónde quiere llegar uno la vida, sino saber cómo quiere uno caminar por la vida.

Caminar con los ojos bien abiertos, aprender a mirar, caminar despacito. Dejarse sorprender por las historias de los otros, viajar, salir de la cueva, abandonar la pantalla que hay entre uno y el mundo. Y si no es posible, viajar con las vidas de los escritores. Hacer las cosas con cariño y exigencia.

Al final, sin darse cuenta, ha llegado a un sitio. Un sitio que le gusta y, lo mejor de todo, que no es definitivo. ¿A qué se dedica? “A encontrar formas bellas de contar, que generen empatía, visibilidad y sentido de pertenencia en la vida de las marcas”, dice ella. Dijo en clase que “nunca antes había trabajado tanto en su vida. Estamos en plena economía creativa, aprovéchala. Si no estás trabajando es porque no quieres”, señaló.

Lo importante no es el objetivo, es cómo se consigue.